Por Manuel Vásquez Ortega 1Manuel Vásquez-Ortega Arquitecto, curador e investigador independiente (Venezuela, 1994). Sus búsquedas e intereses se basan en la reflexión sobre prácticas de archivo e investigación histórica como método de creación artística contemporánea. Se ha desempeñado como Profesor de Historia de las Artes y la Arquitectura de la Universidad de Los Andes (Mérida, 2019-2022), fue Coordinador de la iniciativa de arte independiente Espacio Proyecto Libertad (Mérida, 2017-2021) y actualmente es Asistente de Investigación y Coordinador de contenidos de LA ESCUELA___ (laescuela.art). Sus textos e inquietudes teóricas han sido publicados en plataformas como Artishock, Terremoto, Prodavinci, Archivo de Fotografía Urbana y Tráfico Visual, así como en revistas académicas internacionales.

 

                                                                                                            “Primero se ven las cosas, luego se las imagina”
                                                                                                                      Gaston Bachelard.

Entre las muchas imágenes que posee la humanidad para dar explicación a su existencia, hay una que siempre está ausente: la imagen del origen. Y es que tanto individual como colectivamente somos huérfanos del registro primigenio; de la fotografía germinal que da sentido al inicio del todo. Puede que no la recordemos o que simplemente no exista, pero la imposibilidad de hallarla ha impulsado al hombre a crear otras imágenes —a imaginarlas—, así como a intentar recrear aquellas impresiones del subconsciente que no se pueden obtener a través de una toma de la realidad.

El más reciente proyecto editorial del médico y fotógrafo venezolano Héctor Padula, profundiza en este campo de la irrepresentabilidad y de la experimentación fotográfica a través de las posibilidades del formato de fotolibro. Titulada Revelaciones (2022), la publicación presenta una secuencia de fondos negros absolutos, en los que ráfagas lumínicas de blancos expuestos crean una atmósfera en trasiego sobre la penumbra, reminiscencia de los terrores de una desesperante carrera en el medio de la nada.

Sin embargo, entre la aleatoriedad de movimientos de las fotografías presentadas, se nos permite enfocar en ciertos momentos las siluetas de la selva amazónica, un hábitat en el cual Padula se ha sumergido para capturar estas pulsiones y temblores propios, recreados de una experiencia pasada y recordada vívidamente aún después de 40 años: el consumo de sustancias alucinógenas en el Amazonas venezolano en sus años de ejercicio médico rural, entre 1986 y 1989.

En el desarrollo de este experimento de materializar un recuerdo intangible a través de la cámara, Padula logra combinar fragmentos de lo ‘percibido real’ con los recuerdos subjetivados y alienados por las emociones. En este sentido, el fotolibro se compone a partir de imágenes imaginadas: “sublimaciones de los arquetipos, antes que reproducciones de la realidad” (Bachelard, 1997), cuya necesidad de manifestación lleva al artista a visitar nuevamente la selva amazónica y hundirse en su conticinio para crearlas.

Héctor Padula. Del fotolibro “Revelaciones” (2022). Publicación independiente, Caracas, Venezuela

En este momento inhóspito de la noche, el silencio absoluto anuncia la acechanza, el peligro, la cacería y la muerte; antagónicamente, las pocas pero contundentes luces —provenientes de la misma naturaleza— permiten dilucidar las siluetas de esa figuración primitiva del mundo, del nacimiento de todo aquello que surge del vacío, “el germen de un universo imaginado ante las ensoñaciones de un poeta” (ídem).

Desde este espacio original, las imágenes poéticas de Héctor Padula apelan al inconsciente sin intentar buscar antecedentes en él, sino “abrir un futuro del lenguaje” (ídem). La inauguración de esta nueva forma de comunicación a través de imágenes nos permite acceder a escenarios que —posiblemente— nunca hubiéramos imaginado por nuestra cuenta; pues, más allá de las visuales que reposan en nuestra memoria sobre la cultura yanomami (probablemente gracias al consumo naturalizado de fotografías documentales a través de mass medias), ¿sabemos lo que ocurre bajo los cielos estrellados de la selva, o cómo se experimenta la auténtica noche y como se sienten sus miedos? ¿Cómo se vive la selva cuando el yopo accede a tus sentidos y te hace perder el control de los mismos?

Héctor Padula. Del fotolibro “Revelaciones” (2022). Publicación independiente, Caracas, Venezuela


Imágenes polvo

Las comunidades indígenas han hecho uso de sustancias estimulantes y alucinógenas desde tiempos previos a lo que adjetivamos como
precolombino. Extraídas de vegetales autóctonos, “su utilización sacra consiste en hacer viable el pretendido lenguaje con sus dioses” (Cunill, 2007); pero, ¿cuál es la lengua de estas deidades? ¿Cómo se establece una conexión con ese cosmos, inalcanzable para la concepción occidental y moderna del mundo?

Para los yanomami, la forma de acceder a estos conocimientos ocultos es dada por la inhalación del yopo, obtenido tras un complejo proceso de preparación que lleva a reducir las semillas a una mezcla pulverizada de especies. Por su parte, para Padula, intentar volver a sus recuerdos lo ha impulsado a abstraer la figuración de sus trabajos previos a la expresiva mancha producida por el juego entre el obturador, la luz y el pulso del creador. 

Es así como la intención de sublimar la representación de arquetipos establecidos por la fotografía documental lleva a las imágenes de Padula a convertirse en cenizas: en ellas, su componente fotográfico es reducido a no más que un medio para canalizar la experiencia del artista; sus tambaleantes pero vitales pasos en la nada máxima, las revelaciones vistas en medio de las alucinaciones, el pánico de conectar con un mundo desconocido y la impotencia de estar fuera de razón ante sus propias decisiones.

En el proceso de dar forma a esta búsqueda, la herramienta del fotolibro ha sido fundamental para poder establecer el diálogo y la narración deseada. Diseñado por Kataliñ Alava y asesorado por Vasco Szinetar, el relato de Padula se convierte en soliloquio entre oscuridades absolutas e imágenes relámpago: una conversación consigo mismo en la que el artista explora uno de los episodios más personales, definitorios e inexplicables de su vida como médico rural. Desde el diseño, el relato del fotolibro invita a ser asimilado a través de vías parenterales distintas a la tradicional forma narrativa de lectura, para establecer una secuencia de movimientos, pausas, desenfoques y sorpresivos detalles, que amplían las sensaciones de acompañar al autor en su exasperante recorrido nocturno.

Héctor Padula. Del fotolibro “Revelaciones” (2022). Publicación independiente, Caracas, Venezuela.

 

Negativos negros

Las imágenes-polvo, imágenes-imaginadas, imágenes-poéticas de Héctor Padula encuentran un drástico contraste con sus propios trabajos previos, en los que el fotógrafo desea registrar y resguardar las vivencias de sus tres años de vida en el Amazonas. Empero, en Revelaciones, saber qué hay en las imágenes no es una intención buscada, “pues nadie ve la noche real, no se sabe qué hay dentro de la oscuridad”, comenta el autor. A partir de esa afirmación, el proyecto Revelaciones establece un vínculo con el epílogo de Ipa Wayumi (2017), un fotolibro antecesor en el cual Padula relata su viaje y dilatada estadía como médico residente en el Alto Orinoco, con lucidez fotográfica y detalle documental acompañado de igual manera por Avala en el diseño y por Szinetar como curador.

Esta selección final de fotografías que dan cierre al viaje narrativo de Ipa Wayumi surgen de la nada aparente: un rollo de negativos negros que, únicamente tras someterse al límite de los procesos químicos del revelado analógico, logran mostrar las escenas de niños yanomami jugando en la oscuridad, en el estado más libre del goce y la inocencia. La aparición inesperada de este hallazgo fotográfico supondría para el fotógrafo un detonante conceptual para la creación de Revelaciones; no obstante, retratar particularmente a estos niños en medio de la penumbra significó “un salvavidas” para Héctor, pero a la vez el origen de un nuevo proyecto de vida.

Héctor Padula. Del fotolibro “Ipa Wayumi” (2017). Publicación independiente, Caracas, Venezuela.

En un lugar muy diferente a la selva amazónica y a las comunidades yanomami, Susan Sontag dice que “cuando sentimos miedo, disparamos, pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotografías” (Sontag, 2006). Sin embargo, situada en la trayectoria tanto artística como vital de Héctor Padula, esta frase nos lleva a un momento crucial en la conformación de la persona que hoy es nuestro artista:

En uno de los difíciles compromisos asumidos como médico residente en el Alto Orinoco, un joven Padula fue responsable de recuperar el cadáver de un lingüista alemán finado por un disparo en la cabeza. Durante días, el entonces novel médico caminó en la nada misma hasta llegar a un cuerpo llevado al límite de sus propias decisiones y el miedo. En el complejo traslado, temeroso, vulnerable y sometido a los riesgos de la vida salvaje, Padula vivió un miedo detonador de imágenes que muchos años después tomarían forma de fotolibro en Revelaciones (2022). Aún así, en medio de este remolino de situaciones, una de las noches más oscuras, nuestro fotógrafo se topa con una celebración grupal de los yanomamis: los niños de las fotografías del negro absoluto.

Si bien lo anecdótico escapa de los valores apreciados como ‘fotográficos’, conocer la historia detrás de la imagen enriquece el valor de un fotolibro que conforma el culmen de los recuerdos por los que Padula decidió vivir en el Amazonas, y por los que decidió hacer fotografía. La imperiosa urgencia de retratar lo que sus ojos veían se observa en impensables fotografías que solo podría tomar un miembro más de la comunidad, un médico asimilado como chamán, curandero, sanador yanomami.

Héctor Padula. Del fotolibro “Ipa Wayumi” (2017). Publicación independiente, Caracas, Venezuela


Las imágenes que vemos en
Ipa Wayumi son así la materialización de una necesidad vital de recordar, y confirman que —continuando con Sontag— “hacer fotografía es participar de la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otras personas o cosas. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la disolución del tiempo” (ídem).

En esta ocasión y frente al paso de los años, la comunidad retratada por Padula muy posiblemente ha sido reducida al polvo mismo que ha dado origen a su cosmos. Sometidas a condiciones de desplazamiento y enfermedades producto de la invasión del territorio por actos de minería ilegal, los grupos aislados de yanomamis en el Alto Orinoco parecen presenciar sus últimos días. Ante esta inevitable circunstancia, el viaje de Héctor Padula en Ipa Wayumi (2017) y su exploración personal en Revelaciones (2022) son una demostración de una verdad sencilla pero contundente: primero se ven las cosas, y luego se las imagina.

Referencias:

BACHELARD, Gaston (1997): La poética de la ensoñación. México: Fondo de Cultura Económica.
CUNILL GRAU, Pedro (2007): Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela. Caracas: Fundación Empresas Polar.
SONTAG, Susan (2006): Sobre la fotografía. México: Alfaguara.

 

NOTAS
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    Manuel Vásquez-Ortega Arquitecto, curador e investigador independiente (Venezuela, 1994). Sus búsquedas e intereses se basan en la reflexión sobre prácticas de archivo e investigación histórica como método de creación artística contemporánea. Se ha desempeñado como Profesor de Historia de las Artes y la Arquitectura de la Universidad de Los Andes (Mérida, 2019-2022), fue Coordinador de la iniciativa de arte independiente Espacio Proyecto Libertad (Mérida, 2017-2021) y actualmente es Asistente de Investigación y Coordinador de contenidos de LA ESCUELA___ (laescuela.art). Sus textos e inquietudes teóricas han sido publicados en plataformas como Artishock, Terremoto, Prodavinci, Archivo de Fotografía Urbana y Tráfico Visual, así como en revistas académicas internacionales.