De esas historias que desaparecen en el horizonte

 

En que oleaje verde
extraviaron sus pálidos huesos
Pedro Lemebel

 

Pisagua fue puerto y gloria del salitre, sin embargo hoy sucumbe ante una atmósfera que lo ha convertido en un espacio postergado, una situación que tensiona los diversos discursos que circundan su visualidad. A través de un profundo estudio sobre este emblemático lugar de la región de Tarapacá, aparece en nuestro diálogo el concepto de memoria como un puente que logra tensionar uno que otro cuestionamiento ante su evidente agonía.

Al explorar la geografía del desierto desde este presente dinámico, plural y militante, vemos que Pisagua es un pueblo erosionado por el viento y el mar; y al mismo tiempo esa erosión pasa a convertirse en una metáfora que ha sido construida desde una evocación colectiva acerca de una sociedad nortina que sistemáticamente ha negado su pasado. Además, el borde mar y sus enormes murallas de arena mantienen una serie de huellas que aluden a una tétrica sensación de olvido.
Todo lo mencionado anteriormente es parte de la memoria de un sitio que hace referencia a su espacio social que aún condensa prácticas contextuales, relacionales y de permanencia. Pero además a esa memoria que nos abre diversos caminos que están en alerta frente a otras memorias individuales y colectivas producto del tiempo y la historia. En si mismo Pisagua es un lugar que ha inscrito infinitas vivencias para éstas no sean borradas abruptamente por aquellas resonancias que explayan un decadente sistema estatal.

Juan Guerrero, video performance "NECIA", 2017.

Juana Guerrero, video performance «NECIA», 2017.

Al mirar desde lo lejos esta bahía, recapitulo que eso que hemos llamado memoria también está sujeta al precipicio sobre el cual este lugar yace enclavado. Es por eso que su panorámica nos provoca una escalofriante sensación. Una sensación que indica que Chile desde el instante en que toma posesión de Pisagua lo ha ocupado, ciertamente, para crear una frontera que ha estado inmortalizando las glorias de una guerra. No obstante, hoy podemos comprobar que no basta solo con colocar banderas y construir puestos fronterizos para justificar el espacio territorial de una nación.
Por otro lado y tomando en cuenta algunos elementos mencionados anteriormente, desde este norte nos enfrentamos a la monumentalidad cultural, histórica y política de Pisagua con la finalidad de comprender la génesis de un territorio que está condicionado por un tiempo pretérito y asimismo por una geografía que sobrepasa cualquier crónica o mito. La memoria, esa memoria afiebrada por la sequedad más absoluta, acompaña al puñado de pobladores que ahí sobreviven y que son enrostrados por un litoral que no es pacífico y en donde los recuerdos reconstituyen esas memorias que ya están manoseadas dentro de una comunidad que ya ha perdido sus vínculos sociales.

Son estos juegos discursivos entre sociedad y memoria que enmarcan insoslayablemente la vida de Pisagua como un espacio que sobrevive a las peripecias de un proceso de chilenización que no solo va de la mano con el actuar del ejercito, sino que además con la instalación de un sistema comercial originado en plena dictadura pinochetista. Esto re-confirma que la memoria del ‘Norte Grande’ ha cimentado una fuerte relación con el neoliberalismo. Un hecho que debemos entenderlo a través de un pasado local que ha sido sinónimo de incertidumbre económica. Aunque esta lógica nos lleva a remorar que aquellas ensoñaciones sobre el futuro también estarán aletargadas por la manipulación del capital. Por lo que al enfrentar este triste manto de sucesos, somos capaces de observar que los ejes comerciales de Tarapacá continuarán exponiendo a este pueblo como un mero escombro y límite anónimo que arrastra una leyenda que claudica su propia historia.

María Inés Candia, instalación "De Cilicios y Silencios", 2017

María Inés Candia, instalación «De Cilicios y Silencios», 2017

Es así como el escenario que exhiben estos riscos y el nexo con los recuerdos –muchos de ellos lúgubres– constituyen para el territorio una veta de investigación que abarca más allá de los paisajes, las geografías humanas y los relatos locales; y que en esta ocasión conviven con el trabajo de campo de cuatro artistas chilenas que residen en Alto Hospicio e Iquique.

María Inés Candia, Vania Caro Melo, Catalina González y Juana Guerrero han revisado tanto la geografía como la memoria de estos acantilados. Ante esta premisa, la articulación de sus conceptos ha originado una estructura de trabajo que rompe con la clásica postal que otros han presentado sobre esta caleta. De esta forma, son ellas mismas las que han concebido este entorno natural y las vivencias de sus habitantes como una plataforma de reflexión para emprender un sinúmero de dimensiones simbólicas, afectivas y espaciotemporales que colapsan ante un pasado inmodificable.

Ya comenté que el pasado del desierto ha incidido en su presente configurando sus cimientos y otras maneras de contemplarlo. Con estos argumentos el proyecto y acción expositiva Efecto Perimetral presenta dentro de su trama una visualización de la memoria que constituye una práctica relacional y artística para posicionar un nexo íntimo con la magnificencia que les ha impuesto esta costa cada vez más abrupta. En otras palabras, estas artistas han decodificado varias percepciones a partir de un marco de investigación que las ha enclaustrado en este lugar para expandir un análisis cada vez más permeable.

Vania Caro Melo, instalación sonora "El Sonido", 2017

Vania Caro Melo, instalación sonora «El Sonido», 2017

María Inés Candia trabaja una instalación denominada De Cilicios y Silencios (2017) que retrata el pasado y el presente de una bahía que ha sido, al unísono, histórica, trágica y valiente. Por lo que esta propuesta nace de las emociones y la necesidad de rescatar la desnudez y el deterioro de Pisagua. Mientras tanto la obra de Vania Caro Melo, El Sonido (2017) apela a la sonoridad del mar para crear un espacio unipersonal. La artista diseñó una cabina donde en su interior sólo pueden ser escuchados los sonidos del mar. Ante este método, la cabina y lo sonoro nos conducen a la sensación de encierro, aunque también mantiene nuestra mirada hacia ese mar turbulento.

A través de otros contrastes Juana Guerrero y Catalina González trabajan el video. La primera aparece en una video performance que tituló NECIA (2017) y que fue filmada ante la impotente imagen de Playa Blanca. Es sobre la orilla de esa playa donde la artista con una pala en sus manos comienza a cavar insistentemente para crear una metáfora que apunte a descubrir aquellos relatos que han sido ocultados por la historia. En el caso de Catalina González su proyecto Circunvoluciones (2017) utiliza los blancos de ejercicios militares. Aquí el guión del video inscribe la noción de zona bélica, frontera y marginalidad. Por eso la artista invita a algunas sobrevivientes del campo de concentración de Pisagua para que sean ellas mismas las que realicen diferentes acciones que intervengan esos trazados militares.

Catalina González, video perfomance "Circunvoluciones", 2017.

Catalina González, video perfomance «Circunvoluciones», 2017.

Las derivas sobre Pisagua, un sitio tan explotado por la vorágine de las industrias y el actuar de un Estado cada vez más represivo expresan, en esta ocasión, el deslinde que instala un borde pusilánime. Al parecer las consecuencias de estas obras son las poéticas que cultivan el pensamiento y que encaran a la memoria que está siendo aniquilada por emblemas, códigos e imágenes que marcan indudablemente otros territorios cada vez más ajenos a esta realidad.
En síntesis, junto a estas imágenes de un pueblo convertido en una memoria baldía, las propuestas de estas artistas rozan diversas narrativas que han recorrido las cicatrices que señalan vilmente la determinación de su contexto. La visión de Efecto Perimetral nos confunde intencionalmente con otras objetos y sonidos que no solo apelan al concepto de ‘memoria’, sino que también a las dimensiones estéticas que envuelve el desierto y sus ramificaciones en la conformación del espacio social contemporáneo.

Efecto Perimetral
Estación Pisagua,  22 de abril 2017
Estación Iquique,  28 de abril  2017
SACO Antofagasta, desde el 21 de julio al 21 de agosto, 2017